martes, 31 de mayo de 2011

Vanidad

La vanidad humana es tan estúpida. Es un rasgo que te impide conocerte a fondo y te lleva a engañar a los qué te rodean, incluso engañarte a ti mismo. Realmente no entiendo a la gente. Creo qué para conocerte y dejar de engañarte tienes que abrazar primero tus malos detalles (creo que todos tenemos esos pequeños sentimientos, creencias y convicciones qué nos hacen políticamente incordectos). Esos sentimientos negativos que todo mundo suele satanizar (antes de ver como parte de la naturaleza humana para después localizarlos y tratar de erradicarlos) hacen mas daño a la hora que pretendemos que no existen en nosotros. Es de risa ver lo "buenos" que nos juramos todos y lo mucho que nos molesta que la percepción de los demás no empate con nuestra visión autocondescendiente. No se trata de permitir qué nuestra parte más oscura nos gobierne y vivamos para darle rienda suelta. Se trata de entender que en el momento en el que se reconocen las debilidades se está dispuesto a cambiar esos rasgos negativos y tratar de ser mejores. En lo personal me levanto cada día queriendo dar lo mejor de mi. Sabiendo que en ocasiones me encontraré con gente y situaciones que disparán en mi un comportamiento irreflexivo y dañino. Sabiendo qué la decisión de actuar con cordura y sin revolcarme en los pensamientos que más me degradan es solamente mía y que lo que los demás opinan es solamente importante si de alguna manera sus palabras hacen eco en mi interior. Ante una crítica, lo mejor es analizar si la creo apegada a la definición que tengo de mi como persona, si es así y me molesta, creo que con quien menos debo enojarne es con aquel que profiere ese juicio. Si me critican por algo que en un momento de reflexión profunda reconozco como verdadero rasgo personal y no me gusta, debo cambiar ese rasgo antes de emprenderla en contra del alma caritativa que me dio la posibilidad de enmendar esa conducta. Si me critican por algo que en lo personal no me identifica, a quien le importa. Creo que en la medida en la que nos conocemos, somos capaces de moldear nuestra personalidad y comportamiento con los demás, dando paso a una vida plena en la que dejamos las bobadas como la vanidad, para llenar nuestros días de sucesos y pensamientos verdaderamente trascendentes.

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