domingo, 17 de julio de 2011

Filosofía

Después de seis años y medio de dedicar tiempo, trabajo, dinero y esfuerzo a un gran Museo, llega el momento de la despedida y miles de maravillosos recuerdos se agolpan en mi cabeza con emociones mezcladas de satisfacción, cariño (mucho cariño), alegría, nostalgia, tristeza, impotencia, corajitos ocasionales y el infaltable sentimiento de incertidumbre. ¿¡¿¡Ahora que hago!?!?
Primero quise mover arte. Creo que en Aguascalientes existe una enorme necesidad de generar consumidores de arte. La gente no visita los museos y menos compra. Y no lo hacen por puuuura ignorancia. Creí necesario, hasta hace pocos días, convertirme en la art dealer del pueblo. Creo que es urgente, creo que me podría convertir en el vínculo por excelencia entre público y artistas y hasta me soñé convertida en la hacedora de coleccionistas más buena del globo. ¡Mmmmm... cientos de colecciones!! Yo las curaría, las haría crecer, las cuidaría. Sería como estar encargada de mil museos en las diferentes casas de mis clientes. Y después los invitaría a donarlas y crear el Museo de Arte Contemporáneo más grande, innovador e increíble de Latinoamérica (agárrate Slim, porque a los gringos si ni como ganarles). Pero todos estos debrayes (jaja hasta ayer odiaba la palabrita y hoy se me salió con toda naturalidad. ¡Qué viva el lenguaje que cambia y se renueva constantemente!!) se han quedado atrás y han sido puestos a reposar un rato ante mi última ocurrencia: "Voy a estudiar filosofía".
Échenle la culpa a Martha Nussbaum... a mis inquietudes acerca de la ilustración, las capacidades, la igualdad, y los prejuicios que han llevado a este mundo a estar tan de cabeza.
Y, for the record, jamás abandonaré el arte. Es una de las razones por las que he decidido estudiar filosofía. Creo que el arte de hoy debe de nutrirse de ella ahora más que nunca... pero esto es tema de una entrada más profunda y posterior...